Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

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Sueño cumplido

Sueño cumplido

Estoy a menos de una hora de cumplir un sueño, y podría morir tranquilo. Y ya está. Sin necesidad de escribir chorradas. Podría no escribir nunca más, aunque eso sí que es una auténtica chorrada. Pero ahora me siento así, pleno. Hasta me tiemblan las manos un poco por la emoción. Si esto fuese escrito a mano sería una cursiva asustada. Y es un trozo de papel entre dos trozos de plástico, pero lo que cuesta rellenar de negro esos trozos de papel… Cada lágrima y sonrisa expresada de mil maneras que ni yo mismo entiendo. Y ya.

Conversaciones con mi madre

Conversaciones con mi madre

Estas son una serie de conversaciones en las que me veo obligado a participar estando en casa. Mi madre, esa persona tan especial en mi vida pero que también tanto me desesperara en mi día a día.

CONVERSACIÓN 1

-¡Samuel! -Grita mi madre desde el otro extremo del piso.

-¡Qué! – Grito yo porque siempre me hace lo mismo.

-Mierda («que todo lo quieres saber» complementa en ocasiones) – Dice ella, porque siempre caigo.

Y así una y otra y otra vez.

 

CONVERSACIÓN 2

-Mamá, ¿me queda bien esta camiseta?

-Madre mía, si no cabes. Vamos a tener que quitar la puerta para que puedas entrar a casa.

-Gracias mamá.

 

CONVERSACIÓN 3

-Mamá, ¿qué hay de comer?

-Camuños.

-A ver, y eso qué es -ya sé la respuesta-.

-Cojones como mis puños.

 

Y muchas muchas más…

Sigo sin saber escribir

Sigo sin saber escribir

A veces no sé qué escribir, y me asusto. Corro más rápido que las balas, me descompongo mejor que los cadáveres y doy mejor sombra que el sol, pero sigo sin saber qué escribir. Algo se llena, y se llena, y se llena, y se llena, y se llena, que ojalá explotase, pero sé que no va a hacerlo. Explotar en mil pedazos sería bonito; tendría un fin, un objetivo. Es un globo eterno, nube de veneno, que me llena por dentro. Dentro de mí cabe todo, una perfección de plenitud negra. Y sigo sin saber escribir. Sigo sin saber escribir, porque si supiera hacerlo, hubiese escrito esa carta de despedida hace mucho tiempo… Por ahora tan solo un prólogo.

Ocurrirá

Ocurrirá

Iremos a veranear a La Antártida porque hará algo de fresco. Los árboles se habrán levantado de sus raíces y migrarán a otros planetas. Eran una especie de extensión cancerígena de ellos, infectada fatalmente cuando llegaron. Estaban esperando pacientes a que algo bueno sucediese, pero se cansaron y finalmente se marcharon. Los pájaros pequeños así lo hicieron con ellos, mientras que los grandes les dirigían en su gran viaje. Los mamíferos se agarraron los que pudieron, se inmolaron los que tuvieron suerte, perecieron los más. En los zoológicos tan solo quedarán árboles exóticos que aburrían por su cantidad a las gentes pasadas:

-¿Mamá, ese árbol qué es?

-Un olivo hijo. Dicen que las gentes pasadas sacaban una extraña bebida del interior de su fruto.

-¿Fruto?, ¿qué es eso mamá?

-No lo sé hijo, eso es lo que dicen las habladurías…

La odisea quedó para nosotros desde luego.

Reseña de «Faranheit 451» (Ray Bradbury)

Reseña de «Faranheit 451» (Ray Bradbury)

Como en todas las reseñas aviso de los posibles spoilers que puedan aparecer en ella. Dicho esto.

De entre las tres grandes distopías del siglo XX, que incluirían a Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell y, esta que ahora me encuentro reseñando, Faranheit 451 de Ray Bradbury, ya tengo un top 3 bastante bien forjado. Para mi sorpresa, la novela que pensaba que menos me iba a convencer, Faranheit 451, se ha colocado en segundo lugar muy cerca a 1984. Un mundo feliz, no sé por qué, pese a parecerme una gran novela, no termina de convencerme. Pero en esta reseña estoy hablando de una novela en exclusiva:

Posiblemente, de entre todas las distopias que he podido leer, Faranheit 451 es la que nos acerca a un mundo desastroso de forma más valida y realista. Que nos llenen de un placer irrisorio -soma- me parece incluso demasiado bonito, que un régimen fascista consiga mantenernos controlados gracias al Gran Hermano, poco original, ya ha ocurrido y ocurre en algunos países, pero que sea la propia cultura la que desfallezca, convirtiéndose en un producto carente de sentido -con todo lo que ha significado a lo largo de nuestra historia- es simplemente magistral. Somos nosotros mismos, con los avances tecnológicos y la obsesión con la falsa oportunidad -asegurar una y otra vez que todos somos iguales, malinterpretando esto con que todos merecemos las mismas oportunidades, que a mi parecer sí las merecemos, otra cosa es que unos puedan aprovecharlas mejor que otros-, crear una sociedad completamente vacía, sin preocupaciones. Una sociedad totalmente enferma, donde el índice de suicidios es inmenso, pero unos suicidios que sus actores desconocen el motivo. Se sienten tristes pero no llegan a saber por qué. Somos nosotros con nuestra prisa por hacer todo de forma más rápida gracias a la tecnología los que simplificamos el mundo a paredes, especie de televisión en la novela, donde unos extraños, sin dejar de hablar, no nos dicen nada. La gente ha olvidado cómo eran las estrellas, ¿qué necesidad tienen de mirarlas si el observarlas no suplen una necesidad inmediata? Comer, dormir, y de vez en cuando, el placer que ellos dicen que es el adecuado.

Es un mundo como el actual, o que al menos se le asemeja en gran parte, y eso me encanta. Parece que la peor distopia podría ser perfectamente el mundo en el que vivimos plácidamente. Casas totalmente informatizadas, donde en los medios de comunicación se transmite contenido carente de significado, palabras sueltas que tan solo buscan entretener. Cada vez menos palabras (Twitter, redes sociales), más imágenes (Instagram), se desea que todo cale en las personas rápidamente, con imágenes y contenido sensacionalista, pero no que las personas reflexionen, porque claro, reflexionar precisa de conocer, aunque sea en escasa cantidad, el mundo que nos rodea, y en la novela, de forma muy inteligente, el autor nos indica que conocer lo que nos rodea es conocer la miseria que nos rodea, y esa sociedad distópica ha optado por mantener fuera de la reflexión a sus habitantes, haciéndoles con ello, falsamente, felices.

El final es muy inteligente. Personas con profesiones tan curiossas como la de antiguos profesores, editores, escritores, que no se arriesgan a mantenerse en las sombras en la ciudad y huyen, decidiendo convertir sus mentes en bibliotecas móviles. Se saben de memoria libros, y quieren sobrevivir a la guerra porque saben que ese conocimiento que guardan dentro, en algún momento, posiblemente el de la miseria, llenará de esperanzas a los que alguna vez denostaron la cultura. Saben que no son peligrosos para el gobierno de la ciudad; no tienen libros que les recriminen, ellos son los libros. Al final el protagonista, sin querer, descubre que en su interior descansan plácidamente todas las palabras, una por una, de un libro de la Biblia, y comprende la maestria, pero eso sí, también la paciencia, que requiere el plan de esos curiosos vagabundos que le auxilian en su huida apoteósica de la ciudad -que ejemplifica muy bien esa sociedad-.

¡Claro! ¿Por qué no lo habían hecho antes? ¿Por qué, en todos los años, no habían intentado aquel juego? ¡Todos arriba, todos afuera! ¡No podía pasar inadvertido! ¡El único hombre que corría solitario por la ciudad, el único hombre que ponía s us piernas a prueba!
—¡A la cuenta de diez! ¡Uno! ¡Dos!
Montag sintió que la ciudad se levantaba.
—¡Tres!
Montag sintió que la ciudad se dirigía hacia sus millares de puertas.
¡Aprisa! ¡Una pierna, la otra!
—¡Cuatro!
La gente atravesaba sus recibidores.
—¡Cinco!
Montag sintió todas las manos en los pomos de las puertas. El olor del río era fresco y semejante a una lluvia sólida. La garganta de Montag ardía y sus ojos estaban resecos por el viento que producía el correr. Chilló como si el grito pudiera impulsarle adelante, hacerle recorrer el último centenar de metros.
—¡Seis, siete, ocho!
Los pomos giraron en cinco millares de puertas.
—¡Nueve!
 Montag se alejó de la última fila de casas, por una pendiente que conducía a la negra y móvil superficie del río.
—¡Diez!
Las puertas se abrieron

En cuanto a las conversaciones y las reflexiones de los personajes, no pueden ser mejores. De todas ellas me quedo con la conversación del protagonista con el jefe de bomberos, Betty, completamente excepcional. Es para leerla una y otra vez. La voz del autor sobresale de la de los propios personajes, y se nota. Los personajes están extremadamente bien dibujados, posiblemente uno de los libros en los que mejor los he visto caracterizados. No hay una conversación baladí, incluso aquellas correspondientes a los personajes más reaccionarios y poco pensantes indican lo vacio de sus cerebros. Aquí un extracto de la conversación que menciono más arriba:

Los clásicos reducidos a una emisión radiofónica de quince minutos. Después, vueltos a reducir para llenar una lectura de dos minutos. Por fin, convertidos en diez o doce líneas en un diccionario. Claro está, exagero. Los diccionarios únicamente servían para buscar referencias. Pero eran muchos los que sólo sabían de Hamlet (estoy seguro de que conocerás el título, Montag. Es probable que, para usted, sólo constituya una especie de rumor, Mrs. Montag), sólo sabían, como digo, de Hamlet lo que había en una condensación de una página en un libro que afirmaba: Ahora, podrá leer por fin todos los clásicos. Manténgase al mismo nivel que sus vecinos. ¿Te das cuenta? Salir de la guardería infantil para ir a la Universidad y regresar a la guardería. Ésta ha sido la for mación intelectual durante los últimos cinco siglos o más.

Hay unas cuantas ideas interesantes que llaman a leer más y más el libro: bomberos que preparan incendios, que han dado la vuelta al completo a su función original. Por lo tanto vemos la aparición de mangueras que lanzan fuego o coches de bombero en forma de salamandra, que más que tranquilizar a la población la aterrorizan. De héroes salvadores a destructores de vidas. Es también interesante ver como Bradbury fue capaz de vislumbrar la vida de el siglo XXI a mediados de los años 50. Si bien su década comenzaba a gustar de lo vano y tonto, ve muy bien como la tecnología supera al ser humano. Habitaciones aisladas del exterior, insonorizadas, que debido a los medios de transporte, son un tumulto de ruido y movimiento. Salones donde las televisiones se han convertido en las paredes y donde los programas de televisión enseñan muertes, series de ficción de relaciones sociales y noticieros que apenas informan.

También, a mi parecer hay cosas menos interesantes, que no llamaré fallos porque sería demasiado atrevido: el perro mecánico me pareció un poco fuera de lugar, incluso algo infantil. Está bien la idea de algo mecanizado ayudando a las fuerzas del orden; es algo que siempre hemos pensado que ocurrirá en el futuro. Pero esta forma, un perro robot, me parece demasiado de cine B. Bradbury intenta rodearlo de una atmósfera terrorífica y a mí no me termina de convencer. Me imaginaba otro tipo de ser mecánico ayudando a los bomberos, como pudiera ser un androide o algo semejante. También he visto el personaje de Clarisse bastante desaprovechado. A fin de cuentas, esta pequeña adolescente es una de las que abre los ojos del todo a Guy Montag, el protagonista, y con sus frases se gana al lector. Una especie de adolescente sabia que conoce todas las fragilidades de la sociedad. Y parece que es algo que tampoco le gustó al propio autor, ya que afirmó que el cambio en la película de 1966, por el cual la joven acababa sobreviviendo, le gustó más que el final que tuvo la joven en la novela -atropellada por un automóvil hacia mitad de la misma-.

Una de las grandes novelas de la literatura universal, que creo, tiene su fama bien merecida. Una lectura obligada para toda aquella persona que le guste leer calidad. No demasiado extenso, bien medidos los ritmos, que te hace pensar, y sobre todo, te hace ver lo fácil que es engañarnos. Un libro prácticamente perfecto.

9.5/10

Reseña de «IT»

Reseña de «IT»

Las expectativas eran altas, quizás demasiado. Se cree que puede llegar a convertirse en la película de terror más taquillera de toda la historia, y eso no es decir poco. Publicidad, trailers, spots, IT lo ha inundado todo en estos últimos meses; apostaban fuerte por esta cinta. Había ganas y los fans teníamos la necesidad de ver una adaptación de IT a la altura de la novela original, aunque sea un sueño imposible. Y, en mi humilde opinión, han conseguido todo lo que se proponían. Advierto de la presencia de SPOILERS, así que si no queréis destriparos la película, es mejor que no leáis esta reseña.

Respecto a la adaptación de los años noventa, la han superado y con creces. Sin desestimar la valía de la anterior película o miniserie -con una actuación magistral de Tim Curry como Pennywise- aquí han mejorado casi todo. Respecto a la novela, pese a ser bastante fiel -más de lo que me esperaba- sí se han variado algunos motivos:

  • La elección de los niños no ha podido ser mejor. Cada uno de ellos es un fiel reflejo de las descripciones que aparecen en el libro. No puedo hablar de personajes más logrados. Hace un momento he intentado hacer una lista y sin querer me han salido todos los niños. La caracterización es fiel a la novela, punto por punto. Desde el color del pelo, el de sus ojos y sus ropajes. Y de la actuación tan solo se pueden decir maravillas; en este apartado me quedo con la actriz que encarna a Beverly Marsh, Sophia Lillis, y con Jeremy Ray Taylor, el actor con el papel de Ben Hanscom. Estoy seguro que muchos de los niños-adolescentes de esta película tendrán un buen futuro en el mundo del cine, se nota el talento de lejos.
  • Eso, es decir, IT, da auténtico pavor. Si bien la adaptación de su forma más reconocida, Pennywise, ha variado en parte respecto a la novela:
En la boca de la tormenta había un payaso. La luz era suficiente para que George Denbrough estuviese seguro de lo que veía. Era un payaso, como en el circo o en la tele. Parecía una mezcla de bozo y Clarabell, el que hablaba haciendo sonar su bocina en Howdy Doody, los sábados por la mañana. Búfalo Bob era el único que entendía a Clarabell, y eso siempre hacía reír a George. La cara del payaso metido en la boca de tormenta era blanca; tenía cómicos mechones de pelo rojo a cada lado de la calva y una gran sonrisa de payaso pintada alrededor de la boca. Si George hubiese vivido años después, habría pensado en Ronald Mcdonal antes que en Bozo o en Clarabell. El payaso sostenía en una mano un manojo de globos de colores, como tentadora fruta madura. En la otra, el barquito de papel de George.
 .
(Pennywise en la versión de 2017)
  • También se afirma que lleva un traje plateado. Todo esto no es así en la nueva película, ya que en la misma han optado por una versión más antigua, semejante a un arlequín, un payaso de época al tipo renacentista o victoriano, pero a que a mi parece gana en infundir terror. No hay que olvidar que la primera vez que Eso adoptó la forma de payaso fue en el siglo XIX junto al nombre de Bob Gray, pero esto, claro, es uno de los miles de detalles que permanecen sin adaptar dentro de la novela. Este payaso asusta incluso más que el del libro, pues no parece simpático a simple vista, mientras que el de la novela original y el de la anterior película, se puede decir que caía simpático a primera vista. Esto es un cambio importante, aunque no es el único.
  • Se ha optado por modernizar el contexto. Mientras que en la novela los acontecimientos de cuando son niños ocurren en los años 50, aquí han contextualizado todo a finales de los años 80. Lógico, pues la siguiente película ocurrirá en nuestra época y no tendrán dificultades a la hora de controlar el entorno. También ha habido un cambio bastante significativo respecto a los miedos de los niños. Muchos de los miedos en la novela están inspirados en monstruos típicos de la cultura de los años 50 (tales como el hombre lobo, Drácula, un pájaro gigante, la momia…), mientras que aquí han optado por otro tipo de encarnaciones de It (una mujer salida de un retrato escalofriante por ejemplo), aunque esto no varía en absoluto la trama dentro de la película.

Ha habido cambios lógicos de trama, pues la crudeza de algunos pasajes de la novela nunca jamás los veremos dentro de una adaptación de IT, y si los vemos, serán en una versión X de la película, y ni eso, pues sería ilegal. Sobre por todo el infame pasaje donde los niños, después de semi derrotar por primera vez a Eso, deciden sellar un pacto por el cual volverán si dentro de 27 años ocurre lo mismo. Este pacto consiste en sexo grupal, por el cual todos mantienen relaciones sexuales con Beverly, la única chica del grupo. Aparte de ocurrir esto, Stephen King, muy propio de él, decide acompañar esta narración de una descripción encomiable, que hace hasta incómoda la lectura de esta parte. La violencia gráfica también se encuentra bastante diluida, a la vez que las palizas a Beverly. Pero, pese a ese final tan, extraño, no se ha obviado nada demasiado importante para la trama. También se han obviado miles de detalles, como he dicho antes, de la historia de Derry a la vez que de la historia del propio IT, detalles que hacen lo superior a una novela como las de Stephen King. Todos los detalles de cómo llegó a La Tierra y sus matanzas en años y siglos anteriores apenas se dicen de un plumazo, pero entiendo que no pueden introducir toda la información prestada por parte de King, sería imposible y demasiado tedioso.

Saliéndome de las diferencias respecto al libro, y hablando de ella como película ajena a cualquier otra cosa:

  • Han acertado a la hora de dividir la historia en dos películas: cuando eran niños y cuando son adultos. La novela, de más de mil páginas, es demasiado larga como para adaptarla en una única película -ahí es donde falló la de los años 90, demasiado larga y obviando grandes detalles-. De esta forma se aseguran no perder demasiado material importante para la trama.
  • La película se hace amena. Han conseguido mezclar muy bien el humor propio de King -gracias, sobre todo, al personaje de Richie-, y el terror más absoluto. Personalmente la película no me ha dado miedo -ya no lo hace ninguna, suele pasar después de ver muchas-, pero sí que se crea una tensión muy agradable de sentir. El payaso es verdaderamente tenebroso, y cuesta mirarle fijamente a los ojos porque sabes que va a hacer algo.
  • El ritmo es bueno. La justa medida de conversaciones que informan sobre la trama junto a momentos oscuros con algún que otro susto. No busca el susto fácil, para nada, y se agradece. Estoy harto de películas que dicen dar miedo, y lo único en lo que consisten es en flashes, sonidos altos que obviamente te hacen moverte de tu butaca, y ya. Historias repetidas de otras películas y cero tensión.
  • Los efectos digitales, como en toda película moderna, no me terminan de convencer. Sin ser malos, a veces se nota demasiado su presencia. Supongo que contra esto no puedo hacer nada, pero a mis ojos me parecen demasiado cantosos. A veces podrían ahorrar espectacularidad por  ganar credibilidad, o al menos a mí me gustaría
  • Hay detalles que me han encantado: poner «Antisocial» de Anthrax en medio de una pelea, hacer mención a «Pesadilla en Elm Street» en la cartelera de un cine de la ciudad, la aparición de un payaso muy semejante al encarnado por Tim Curry en la miniserie -y otros que seguro ahora se me olvidan.

Solo tengo una pequeña pega, y es que el payaso, Pennywise, no resulta divertido. Puede parecer estúpido, pero tanto en la novela como en la miniserie de 1990 el payaso, dentro de lo tenebroso que es, atrae por su humor negro. Habla mucho cuando aparece, no calla; le gusta ser el centro de atención. Es gracioso y mata siendo gracioso. En esta película han olvidado por completo ese apartado humorístico de Pennywise y han creado un verdadero monstruo de pesadillas. Es lo único que me ha faltado en la película, humor con tinte negro.

Con todo, creo que es la mejor versión que podían hacer. Hay cosas que por decencia no pueden introducir, y han sabido paliar muy bien esa pérdida. Una dirección muy decente, que ha sabido no dejarse llevar por crear en exclusiva sustos a los espectadores, sino que han creado una película interesante, que trae tensión, y que merece la pena ver más allá de que sea de terror y uno tenga que asustarse por ello. Es lo que le falta al cine de terror; buenas historias. El cine de terror está de capa caída desde hace muchos años. Puedes encontrar dos o tres películas decentes en un año, junto a otra buena. El resto -y no es porque saquen pocas- suelen ser de categoría inferior, y desde luego no merece la pena gastar dinero para ir a verlas al cine. Es obvio que con una adaptación de Stephen King lo iban a lograr, pero también se logra con una buena dirección y unos personajes que lleguen al corazón. La recomiendo totalmente a cualquier persona, más allá de que te guste o no el cine de terror o suspense.

Le doy un 8/10.