Diario de a bordo (5)
El poemario está terminado. Ahora me encuentro en el terrible juego del orden de los poemas. Normalmente importa bien poco, porque al ser una lectura mucho más lenta que la de una novela, por poner un ejemplo, el lector puede acudir a un poema siempre que quiera dándole igual en qué lugar del poemario está. No es un poemario conceptual quiero decir. Siempre o casi siempre soy yo. Pero en mi insistente cabeza no deja de aparecer constantemente la idea de que SÍ es verdaderamente importante el orden de los poemas. Le he hecho caso, aunque principalmente tan solo estoy cambiando el orden del primer y último poema de cada capítulo., para que el lector se quede con una sensación determinada al finalizar la lectura de cada apartado.
Todavía no tengo el prólogo de otro autor / persona, aunque ya tengo varias personas en mente. Oscilo entre la idea de que lo haga otro autor o dejárselo a algún familiar que poco o nada tenga que ver con la poesía, ya veré. Además, no sé si incluirlo antes o después de introducir el libro en el Registro de la Propiedad Intelectual, tengo que consultarlo. Sí he hecho, tristemente, un pequeño cambio al añadir en los agradecimientos a una persona que no debería verse ahí incluida.
Después del viaje a Berlín comenzará la odisea de rogar a las editoriales. Me he propuesto que hasta que llegue el año 2020 no me replantearé otra forma de edición, es decir, voy a estar todo lo que queda de año intentando que me editen. La autoedición quiero dejarla atrás porque exige demasiado sacrificio, lo he comprobado. Si no hay suerte ya probaremos otras formas de edición que estén a mi alcance…
Sigue la aventura…