Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Mes: octubre 2019

Estimada madre:

Estimada madre:

Le escribo desde la tranquilidad que da la noche. Al parecer (me he enterado hoy), los aviones no se fían de hacer sus bombardeos con la luz de la luna por la baja visibilidad, vaya a ser que hieran a los suyos. Jah… Los suyos, como si nosotros no fuésemos de los suyos, ¿verdad madre? Ahí tenemos a Marquitos, luchando con los otros, y él sigue siendo tan mío como cuando éramos chicos. Suyos, nuestros, no llego a entenderlo del todo, la verdad.

Tampoco llego a comprender del todo esos discursos que echan por la radio o los que nos dan los señores que vienen con traje. Dicen muchas palabras pero a mí todo me suena a guerra, a odiar y a que sigamos disparando. Y a mí eso de disparar no me place. Ya sabes madre que en el pueblo era de los mejores cazadores, que nada me gustaba más que disparar a perdices, codornices, y cuando era época, a los venaos… Pero es que eso es distinto. Madre, creo que he matado a un hombre. Fue la semana pasada. Se me puso en el punto de mira y disparé. Pura costumbre. No sé ya cuántos cargadores llevaré gastados, aquello fue un tiro sin querer. Al principio no le di más importancia de la que tiene, simplemente vi desaparecer al hombre. Pero luego por las noches la imagen me venía una y otra vez a la mente. ¿Y si ese hubiese sido Marquitos? Sé que no, aquel hombre era menudo y ya sabemos todos lo alto que está Marquitos, pero… Pudiera haber sido él. Mi dedo fue más rápido que mi mente. No hubiese podido detener aquel tiro. Nada de esto tiene sentido.

Nos dicen que sigamos, que vamos ganando terreno, que es mejor para nosotros y que el enemigo es peor que Belcebú. Que ya sabe usted madre que me metí en esto por algo. Que se nos estaba quedando mal sitio para vivir y que el cambio era necesario. Y quería defenderles a ustedes. Que sigo creyendo que todo esto es por el bien común, que dentro de los otros hay malcriados que no tienen respeto por nada… Pero ojalá hubiera una manera más humana. Eso es lo que estoy sintiendo madre, que se nos va la humanidad poco a poco en cada tiro que pegamos. Que puede que ganemos esto, que puede que dentro de muchos años la excusa de tanta sangre derramada nos alivie… Pero, ¿podré olvidar alguna vez todo lo que he visto? No quiero darle detalles porque prefiero que solo sepa lo necesario, pero ya le digo que nada de lo que he visto podría jamás merecer ninguna excusa.

Pero yo no puedo hacer nada. Ojalá toda esta pasión se utilizase en hacer todo de mejor manera. Luchar por lo que de verdad merece la pena perder sangre. Yo lucharía por usted, madre, y por toda la familia. Y en parte eso pretendo, que no lleguen hasta donde están ustedes. Pero aquí no se lucha ni por el bien común ni por los seres queridos. Aquí se lucha por ideas que yo no entiendo. Que si unas banderas, territorios. En el pueblo solo entendemos de tierra, ¿verdad madre? y quien me diga que su bandera no es otra sino el sol, es un necio. Se me queda grande esta guerra.

Más adelante en esta semana le escribiré algo más largo, que ahora ya me están echando la bronca por utilizar la linterna a estas horas. No dejo dormir a los compañeros quiero decir. Como siempre le digo, todos los besos que se pueda imaginar se quedan cortos. Cuídese y salga poco a la calle; las personas ya no son las mismas después de tanto odio. Espero volver a verla pronto, pero es un deseo iluso. Esta guerra, aunque termine, durará siempre. Si Marquitos escribe por fin, que seguro que lo hará, dígale que su hermano mayor piensa en él todos los días. Que si me ve no dispare a matar, que con darme en un pie es suficiente.

Hasta pronto madre.

La farola durmiente

La farola durmiente

Érase una vez una farola solitaria, triste y desesperada. El resto del mobiliario público siempre se burlaba de ella porque, estando tan arriba, nadie podía hacerle caso. Los únicos seres que se le acercaban eran perros y humanos, pero no para saludarla, sino para mancharla impúdicamente. Ella se sentía sola, solísima, y tenía la certeza de que nunca jamás iba a encontrar el compañero ideal. Por ello, un día decidió apagar su luz por siempre y permanecer marchita hasta encontrar fiel compañía.

Un buen día toda su ciudad se engalanaba. Todos los rincones de su calle estaban siendo decorados, limpiados… En su sueño eterno, sintió verdadera esperanza por compartir, aunque fuese tan solo un minuto, la compañía de alguien. Todos tuvieron amigos pasajeros aquellos días, menos ella. Ninguna bandera, ningún limpiador se le acercó. Pasos de cebra, aceras, bancos, todos recibieron algo, menos ella, que seguía triste, solitaria y muerta.

El gran día llegó. Ella ya había perdido toda ilusión por encontrar a alguien, por lo que simplemente se limitó a observar qué ocurriría ese día tan especial, como un cadáver, a la vista de todos, colocado. Soldados, tanques, coches, la calle empezó a estar repleta de ellos. Pero nadie le hacia caso. Miles de personas, y nadie se paraba a pensar en ella.

Todo había comenzado con normalidad. En un momento de aquello que parecía un desfile de inseguridades -porque ella pensó que tanta arma no podría tener otra razón-, vio cómo, lo que al principio pensó que eran dos pájaros, se acercaban a la ciudad con paracaídas. Uno de ellos, en un momento que la gente aplaudió, desplegó una bandera. Poco a poco se fueron acercando, incluso estuvieron muy cerca de ella. Aquella esperanza resurgió, pero desvaneció rápidamente cuando el primero de aquellos soldados aterrizó a su lado sin ni tan siquiera mirarla.

Pero aquel segundo soldado no seguía la misma ruta que el primero, sino que mediante curvas, se acercaba más y más hacia ella. Cuando todos, incluso la farola, pensaban que iba a aterrizar en el suelo junto a aquella bandera que tanto parecía importar, sucedió lo inesperado. El soldado, viendo la quietud y desesperanza de la farola, decidió abandonar su misión para consolar esa soledad y besarla con todas sus fuerzas. Humano, paracaídas y bandera se fundieron en un beso de sentimientos latentes. Era el primer cariño que recibía la farola, por lo que amarró aun con más fuerza a aquel príncipe caído del cielo mientras poco a poco despertaba del fatal letargo. Luego la bandera siguió su camino, era lo único que importaba a todos esos miles de humanos. Pero su salvador se quedó con ella, y la farola fue la farola más afortunada del mundo en un mundo que sentía que ahora sí le pertenecía.

Si una farola quieres evitar,
al estado español no servirás.

Si el aire te gusta catar,
la farola debes esquivar.

Farolas van, farolas vienen,
vigila el frente y no te avientes.

(Momento del beso)
Pensamientos de un peregrino hogareño

Pensamientos de un peregrino hogareño

No sé qué sentimiento provoca el escuchar cómo alguien le describe a un turista tu ciudad. Ver cómo tal iglesia o monumento les provoca ilusión, curiosidad, deseo. Tú, que vivías en la ciudad más aburrida del país, de repente ves que esta fascina a otros. Y te quedas sin palabras porque ya no sabes qué pensar. A lo mejor eres tú el que no sabe mirar con buenos ojos. ¿Los tuviste alguna vez? Acaso los perdiste depositando el alma en una ilusión que derramaba vacío entre las fugas del pensamiento.

¿Pero no era objetivamente triste? ¿No era la ciudad la que me aplastaba con su terrible monotonía de reloj antiguo? Las horas que pasaban como metralla de vida y los días que se alargaban hasta el lado oculto de la luna. En ese punto sin sentido te sentías tú, pero no te encontrabas.

Pero veo que me equivocaba. Si otros ríen y gozan en la ciudad del eterno nada, por qué siento que no soy nada de eterno. Que no me expando entre las calles mientras mi risa regala alegrías a los gorriones que depositan su canto a fondo fijo. Ay que tengo un ancla, que un ancla tengo, que mira al cielo mientras el corazón se me hace hielo.

Diario de a bordo (6)

Diario de a bordo (6)

Me encuentro en la última corrección. Los cambios que estoy haciendo ahora no dejan de ser ciertas comas en lugares específicos y pequeños cambios de palabras que ahora quizás no me encajan tanto como antes. No ha habido grandes cambios en este tiempo y todo se va a quedar con el orden original.

He decidido atrasar la inclusión de un prólogo de otra persona para el momento de una hipotética edición o una publicación . A día de hoy no tengo para nada claro el tipo de prólogo -incluso de persona- que quiero que aparezca, así que prefiero dejar tiempo a este tema.

Es seguro que para finales de este mes esté iniciando ya el proceso de introducción del libro en el registro de la propiedad intelectual. Y esto es sin duda un consejo para todo el mundo que esté escribiendo algo: registrad vuestra obra antes de iniciar el proceso de publicación. Siempre hay que pensar un poco mal de los posibles editores que se intenten aprovechar de nosotros.

Además, el Máster se está poniendo bastante asqueroso, así que debo «quitarme de encima» todo esto lo antes posible.