Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Recuerdos

Recuerdos

A veces nos vienen a la mente recuerdos tan tontos que no sabes ni por qué están ahí. Pero forman parte de tu infancia de una forma tan fuerte que sería estúpido querer dejar de recordarlos -e iluso por otra parte, nosotros no elegimos eso-. Hoy me ha venido a la mente el recuerdo de cómo mi padre preparaba el «choricillo al infierno». En mi frágil mente era todo un acontecimiento, comparado al más grande de los sucesos de la historia. Me he acordado de cómo me lo decía -seguro que para él tan solo sería una comida más de nuestra carta semanal- y cómo yo lo interpretaba como un auténtico regalo. También me acuerdo del plato de barro que utilizaba para ello, que para mí era como ancestral y nada más podía preparse sobre él. El momento que más me embelesaba era el de rociar el chorizo de alcohol y ver a mi padre con el mechero encendiéndolo y convertir en el proceso al chorizo en un montón de llamas. Me parecía hasta imposible que algo pudiera cocinarse así, ardiendo en llamas. Pero lo hacía. Y nunca reconocí que el sabor me parecía demasiado fuerte para mi paladar todavía infantil, pero lo devoraba como con pasión porque era mi padre el que lo había preparado.

Recuerdos así me hacen sentirme vivo.

 

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