Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

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M.L. Estefanía

M.L. Estefanía

M.L. Estefanía era un escritor de novelas cortas del oeste que se hizo extremadamente conocido a lo largo de toda la dictadura franquista. Sus novelitas, editadas en formato octavilla, no sobrepasaban las 100 páginas, por lo que se trataban de una lectura ligera. También publicó novelas del oeste bajo los nombres de Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce. Además, su módico precio, un duro (5 pesetas), hacía que su adquisición fuese fácil teniendo en cuenta la economía de la época. También fue escritor de novela rosa bajo los seudónimos de María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce, aunque donde más destacó fue sin duda con el ambiente de vaqueros.

Su vida no fue fácil. En la Guerra Civil española llegó a ser general de Artillería del Ejército Republicano, por lo que tras la victoria de los sublevados se le llevó a la cárcel en varias ocasiones. En prisión fue donde cogió gusto a la literatura y donde poco a poco comenzaría a dibujar su estilo personal. Al salir publicó su primera novela, La mascota de la pradera, y tras su inicial éxito la editorial Brugera firmó un contrato con él, triunfando abiertamente ambas partes.

Respecto a la novela en sí, debido a que diseñó un molde que una y otra vez podría repetirse, la escritura de estas obras era extremadamente fácil. Tan fácil era -y tanto triunfaban entre los jóvenes y los mayores- que a lo largo del siglo XX bajo el nombre de Estefanía (sus hijos posteriormente también escribieron bajo este nombre, sin distinción entre padre e hijos) aparecieron la friolera de 2600 novelas del oeste. En la época solo la novelista Corín Tellado con sus historias románticas y sentimentales estaba por encima, con la increíble cifra de unas 5000 novelas. Este método de crear un molde, un arquetipo, ya había sido utilizado anteriormente por infinidad de autores. Por ejemplo Lope de Vega, quien influenció mucho a Estefanía, renovó el teatro de esta manera, y por eso fue un autor tan prolífico respecto al teatro. Bajo un molde se cambian ciertos motivos y personajes y se puede crear una historia nueva de la nada, aunque realmente el fondo narrativo sigue siendo exactamente el mismo.

Aquí es donde está quizás el punto débil de sus novelas. Sin querer quitar mérito al inmenso esfuerzo que sin duda es escribir tal cantidad de novelas, prácticamente todas son repeticiones de las otras. No existe originalidad. El gancho del oeste funcionó debido a que fue la época donde el cine western sobresalía sobre el resto; estaban de moda los vaqueros. Los niños, los jóvenes, los adultos y ancianos se morían por adquirir ficción relacionada con esta materia, y allí estuvo Estefanía para brindársela.

Mi experiencia personal ha sido con la novelas El paso, ciudad fronteriza y Aquí estuve preso tres años. En las dos se repite el mismo patrón, patrón que también se repetirá en el resto de novelas en su mayoría:

  • Hombre misterioso, as del revolver con un pasado unido al pueblo donde transcurren los hechos. Viejos conocidos y viejos enemigos, debe hacerse paso. Es violento, no duda en disparar o machacar la cabeza de sus contrincantes (literal).
  • Mujer débil subordinada totalmente al hombre. Es ignorante, ilusa y necesita la ayuda del hombre para sobrevivir.
  • O bien una mujer que en un principio da la imagen de débil pero que después se muestra totalmente capaz de controlar la situación ella sola
  • Hombre malo que o desea la venganza contra el heroico protagonista o ve como el mismo evita un malvado plan suyo.

Desde luego el espacio es el oeste, en pueblos del sur donde la ley de la pistola prima sobre lo demás.  Minas, entresijos políticos, todo lo que se podía ver en una película convertido en una novela de breve extensión.

Pero realmente es lógico que no tengan gran calidad literaria. Era novela de consumo, no de disfrute. Una forma más de pasar el tiempo. Era muy normal ese tipo de folletín que se compraba en el kiosko muy barato y te daba una hora de entretenimiento. No se buscaba nada más, tan solo entretener. Estefanía y su familia vivían de ello. Hubo varios intentos en su carrera de creación de novela seria, pero al final lo que daba beneficios era lo que entretenía, no lo que escalaba puestos dentro de la maestría literaria. Un ejemplo muy claro de lo que son nuestros tiempos. Muchas veces los escritores se ven obligados a escribir lo que saben que va a triunfar, no necesariamente lo que ellos aman. 2600 novelas son muchas novelas como para estar disfrutando de todas ellas como el primer día. Al final su manufacturación estoy seguro que era más bien casi automática. El análisis sería inabarcable, pero seguro que existen repeticiones de trama en muchas de ellas, pues es un número tan inmenso que es imposible no repetir motivos o situaciones. ¿Recomendadas? Sí, por qué no, realmente son entretenidas. Bastante añejas (machismo, misoginia, violencia gratuita, racismo) pero que te dejan ver muy bien el reflejo de una sociedad pasada gustosa de todo lo que ahora, menos mal, despreciamos. Un viaje al pasado sin duda alguna.