Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Categoría: Reflexiones

Nietos de un error latente

Nietos de un error latente

Uno empieza a cansarse de buscar razones para algo que quizás vaya más allá de nuestra mente. O incluso sea tan nuestro que no lo diferenciemos del respirar. Supongo que algunos dirán que es un problema patente, aunque viendo nuestra respuesta, estoy seguro de que se trata de una infección interna que pasa desapercibida. No gritamos, no luchamos, dejamos que devore. Nos ofrecen curas, pero volvemos a cogerlo, como un catarro de primavera u otoño. Claro, como no es a nosotros, da igual quién sea el perjudicado; tan solo somos portadores de un virus que sabemos impotente a nuestro occidente. Nos sorprende tanto como una racha de viento o un gorrión picoteando distraído las migajas del suelo. Si alguien tiene que sufrir, que sean ellos.

Y es que «crisis de refugiados» suena a blanco y negro. En la sociedad del 5G seguimos teniendo problemas de piedra. Tiene remedio, pero en nuestra mente suena en otro idioma. ¿Refugiado? Perdona, no entiendo, yo sí que tengo patria y esta no me ha abandonado (por ahora). ¿Refugiado? En la misma sociedad donde el mayor problema de algunos es no repetir camisa al día siguiente. Si alguien tiene que buscar cobijo en otro lugar es que hemos fallado, no solo a ellos, sino a nosotros. No importan niños, no importan familias, suficientes problemas tenemos ya.

Porque cuando todos somos nietos del mismo error latente y olvidamos nuestro propio pasado, significa que la amnesia colectiva de la disidía ha ganado. La gran derrota de las democracias será considerar no bienvenidos a los que necesitan nuestra ayuda. Considerarlos ajenos, extranjeros, cuando somos todos producto de un mísero azar. Empatía necesaria. En otros siglos eran tus patriotas los que lloraban por algo de pan al otro lado del océano. Hazte un favor y ve reflejados en sus ojos la persona que tú podrías haber sido.

(…)
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

-Luis Cernuda

Maestrando

Maestrando

Impartiendo clases me doy cuenta de muchas cosas. Hay alumnos de todo tipo, con sus manías y hábitos, y todos ellos me recuerdan a ciertas experiencias de mi vida. Algunos me provocan una envidia sana. Envidia porque ya jamás podré tener las oportunidades que se les está dando a ellos. Me hacen mirar el pasado como algo triste, aunque me alegra poder ayudarles en aquello que yo, por las circunstancias, jamás fui capaz de tener ni cerca. Es una queja del primer mundo porque mi infancia y adolescencia no pudieron ser más felices, pero cuánto llena la ausencia propia y qué poco la ajena, y algunos huecos sí que tuve, para qué engañarnos.

Luego están aquellos que no saben lo afortunados que son. Viven el momento, como tiene que ser, pero de una manera torpe y despreocupada. Les adviertes que en algún momento mirarán al pasado y añorarán todas esas oportunidades que, por temas de la edad, ya no van a conseguir en un futuro. Se ríen algunos o se quedan callados otros pero, en general, es muy difícil llegar a ellos sin que un golpe de realidad les abra los senderos perdidos de su mente.

Y los más inconscientes -ni mejores o peores, eso ya lo dirá el tiempo-, son los que saben que lo tienen todo, y que por ello, triunfarán en lo que se propongan. Como saben la suerte que tienen, deciden no hacer absolutamente nada con su vida porque, de todas formas, tienen el futuro asegurado, y trabajar por trabajar envilece, parece ser. Los mejores colegios o institutos, los mejores medios, los mejores profesores… Pero la peor de las predisposiciones.

Son estos últimos los que te hacen rabiar, sabiendo que otros que lo necesitan de verdad jamás llegarán a nada por sus circunstancias, mientras que por nacimiento otros lo obtienen todo. La cruel rutina del azar.

(…)
Y yo mientras maestrando,
dando lecciones que debería haber aprendido
en el recuerdo de un ayer demasiado presente.
y es que funciona como anhelo tenue
de lo que dejé perder.